lunes, 22 de febrero de 2010

Media Noche / 2010-02-12

¿Por qué habría de esperar que fueras diferente?
¿Qué te hace especial? ¿Qué te distingue de los demás?
¿Por qué una mirada tuya vale más que cualquier otra?
¿Por qué puedes dibujar una sonrisa en mi rostro con sólo mirarme?

¿Acaso puedo ser indiferente ante ti?

Porque ni en la espera pierdo la paciencia
ni en la incertidumbre la esperanza
de un día encontrarme en tus pensamientos,
aferrado, como el más íntimo secreto.

Te espero, porque así lo deseo.

Mentiras Piadosas

Después de todo, ¿qué podría pasar? Nada grave supongo.
Solo te dí lo que querías recibir. Pronuncie aquello que querías escuchar.

La verdad engaña.
La mentira adorna.

¿Qué podría satisfacerte entonces? ¿Qué podría salir de mi boca, que fuera más valioso para ti, que aquellas palabras articuladas con tanta falsedad?

Incluso si hubiera desnudado la verdad ante tus ojos, el vendaje del capricho te habría cegado y no hubieras sido capaz de aceptar más realidad que la querías ver.
Pues bien, he aquí lo que deseabas presenciar:

La mentira prostituida a favor de una verdad incierta.

Que absurdo resulta pensar que tu corazón cegado por el capricho y la vanidad se dedique a rechazar la verdad tan tajantemente, y se resigne a recibir una mentira con piel de cordero, en aras de escuchar aquello que con tanta obstinación deseabas que se te confesara, con tal de culpar a quien es inocente, de fungir de juez y verdugo, sin asomos de justicia y piedad.

No hay peor ciego que el que no quiere ver.
No hay peor sordo que el que no quiere oír.